El
advenimiento de un El Salvador independiente podría oficialmente marcar el inicio
de una nueva etapa en el desarrollo de su arquitectura. Sin embargo, aunque es
fácil identificar la independencia política formal en el marco de Centroamérica
es menos evidente puntualizar el surgimiento de una arquitectura propia del
nuevo Estado, fuera de los lineamientos de la matriz arquitectónica colonial.
Fotografía Personal
Teatros
Dentro
de los edificios civiles destacan los nuevos teatros nacionales de Santa Ana,
San Salvador y San Miguel, como los ejemplos más elaborados de una arquitectura
ecléctica de fuerte arraigo en el neoclasicismo. El Teatro Nacional de Santa
Ana (1904) probablemente sea el caso más relevante. Diseñado y construido por
los italianos hermanos Durini (Herodier, 1997) se vincula claramente a otros teatros
en Costa Rica y Ecuador que los mismos diseñarían durante su dilatado ejercicio
profesional en América. Destaca en este edificio su clara composición en planta
con tres grandes componentes de dimensiones comparables: un cuadrado posterior
para el escenario y camerinos, la platea circular al centro y los espacios vestibulares
y sociales dentro de otro cuadrado sobre la fachada principal. Todo ello dentro
de un rectángulo de fuerte presencia urbana. Los elementos más notables de su
arquitectura son: el salón de baile del segundo nivel, con una doble altura que
le otorga proporciones cúbicas y que se abre a la plaza principal de Santa Ana;
el juego de doble escalera de caracol, construida en madera, para subir hacia los
palcos del segundo y tercer nivel y que demuestra una gran calidad artesanal y,
por último, la platea circular que se eleva tres alturas y está cubierta por
una cúpula rebajada con su respectiva linterna.
Palacios municipales
Una
segunda tipología destacada es la de los palacios municipales, y nacional, que
se fueron construyendo en las diversas ciudades frente a la plaza principal de acuerdo
con la norma colonial, haciendo despliegue de lenguajes neoclásicos más o menos
depurados. Subsisten algunos ejemplos tales como las alcaldías municipales de
Santa Ana, Usulután y Chalatenango, el Palacio Nacional, el «Castillo» de la
Policía y la Escuela Normal de San Jacinto, luego Casa Presidencial. En el caso
de Chalatenango, se trata de una versión modesta de los otros ayuntamientos:
una casa de patio que ocupa prácticamente toda su manzana pero que se enfrenta
a la plaza por medio de una arcada que complementa bien los portales del centro
de Chalatenango. Por dentro, el edificio se organiza a partir de un patio central
cuadrado y un corredor perimetral con una columnata dórica que contribuye a la
sobriedad general del edificio.
Palacio Nacional de Usulután |
Viviendas
En los barrios
esencialmente habitacionales del centro de San Salvador, aparecen interesantes
variaciones del modelo de vivienda colonial, no tanto por la introducción de
una nueva espacialidad como por los ensayos con nuevos materiales y sistemas
constructivos.
Arquitectos profesionales
Durante este período
se consolidó, al menos en términos de registro histórico, la primera generación
de profesionales de la arquitectura y la construcción que, por igual, incluye a
salvadoreños y extranjeros, con formación formal universitaria o sin ella.
Durante las tres primeras décadas del siglo XX las figuras de los salvadoreños
Alcaine, Peralta, González y Call se combinarán con las de extranjeros como los
Durini, Baratta del Vecchio y Brutus Targa para producir, entre otros, el Palacio
Nacional, los teatros de Santa Ana y San Salvador, la iglesia del Calvario, el
hospital Bloom original, la Villa Cipactly, la Escuela Normal, el Castillo, el Telégrafo
y la ferretería Bou. A partir de los años treinta se incorporaron los primeros
profesionales salvadoreños formados en arquitectura en el extranjero: Ernesto
de Sola y Armando Sol, quienes junto a Choussy padre y Durán, entre otros,
conforman una segunda generación de profesionales. Estos comparten inicialmente
el interés por la arquitectura historicista pero en modalidad más neocolonial,
la cual tenía gran auge en toda América Latina, importada desde Estados Unidos.
Su repertorio se concentraba en viviendas unifamiliares aisladas, propias del
ideal de ciudad jardín, que rompen con el modelo de fachada continua y manzana
compacta de la tipología colonial. Este modelo de vivienda, tipo villa, ya se
había utilizado en los ensanches de la ciudad tradicional sobre la calle Arce,
en la colonia Dueñas, (donde destaca la casa Dueñas, actual Casa de las
Academias), y encuentra su plena expresión a partir de 1936 en colonias como
Bloom y Flor Blanca. La culminación de este modelo de ciudad jardín de élite se
da en la colonia San Benito (1948) de la Urbanizadora Dueñas, organizada
alrededor de un hipódromo que nunca funcionó.
Me gusta. Gracias por este análisis.
ResponderEliminarSoy profesor de Historia de la Arquitectura en Nicaragua y agradeceré nuevas publicaciones sobre el tema.
Saludos.