Existe
un consenso bastante bien establecido entre los historiadores de que la modernidad
política se establece en el país a partir de 1948, más puntualmente con el
advenimiento de la nueva Constitución de 1950. Esta carta magna, entre otras rupturas,
consagra el rol del Estado como promotor del desarrollo, la propiedad privada
en función social y la igualdad de derechos entre hombres y mujeres (Turcios,
1990; Baloyra, 1986). Dicho período concluiría violentamente con la Guerra
Civil (1980-1992), que abre una nueva fase histórica que se prolonga hasta nuestros
días. Adelante se discute la producción arquitectónica en El Salvador durante
ese período de poco más de treinta años.
La
llegada de las primeras expresiones de la modernidad arquitectónica a El Salvador
se había producido desde los años cuarenta. Es posible distinguir una primera
arquitectura «proto moderna» en los nuevos edificios de oficinas que surgieron
en el centro de San Salvador y de los cuales aún subsisten algunos ejemplares
como el original Banco Salvadoreño de De Sola (1948), el Central, la Cafetalera,
el Regalado, Panadés Centro o la Mariposa. Estos edificios, a pesar de su volumetría
masiva y del predominio del lleno sobre el vacío, pero gracias al manejo de
marquesinas y voladizos, y a un consistente tratamiento de la esquina, introducen
en el país veinte o treinta años después referencias formales a la original Escuela
de Chicago, al Art Deco y al expresionismo alemán. Más decididamente moderno es
el proyecto del edificio García Rossi en Santa Ana por E. García Rossi (1954)
donde aparece un manejo más depurado del sistema de marcos estructurales,
fachadas libres, elementos de climatización como celosías y pasillos exteriores
y una cáscara de concreto para cubrir un cine.
Vivienda
social y espacios públicos.
La modernidad
arquitectónica en El Salvador puede leerse a través de varios casos representativos
que, a riesgo de dejar de lado otras obras notables, permiten leer un conjunto
de cualidades valiosas, permanencias, que caracterizan el modo de hacer arquitectura
en el país. Esa primera modernidad se ubica en las obras promovidas por el Estado
a través del nuevo aparato del MOP-DUA-IVU, gracias a las exploraciones en la
vivienda social tanto a nivel de las unidades habitacionales como de los
conjuntos urbanos. Esto marca la aparición de una nueva tipología, y lleva a
los profesionales a trabajar, por primera vez en la historia
Experimentación
A la
par de esas obras abiertas se consolidó otra serie de edificaciones destacadas
por la experimentación técnica y constructiva, particularmente por el uso del concreto
estructural, que permitió la generación de una nueva espacialidad. Dicho
lenguaje, fundamentado en el aprovechamiento de las propiedades plásticas del
concreto por medio del uso de voladizos, cascaras e hiperboloides se corresponde
con una de las que Zevi (1997) identifica como invariantes características de
la arquitectura moderna. Destacan las sencillas y potentes sombrillas de las taquillas
del Gimnasio Nacional de San Salvador, las bóvedas colgadas del estadio
Quiteño
en Santa Ana (1954) y el domo del aula magna de la Escuela Nacional de
Agricultura (1956), todas por los Katstaller; los paraboloides hiperbólicos de la
colonia Libertad y las cáscaras del comedor central de la Universidad de El Salvador
de Yanez Díaz (1964).
Arquitectura
residencial
Finalmente,
en este período conviene repasar algunas obras privadas de arquitectura
residencial, ya no de interés social, pero que exploran formas novedosas de construir
la casa unifamiliar, siguiendo algunas pautas del lenguaje de la arquitectura
moderna mundial. En esta tipología puede haber multitud de obras, sin embargo
conviene concentrar la atención en las prácticas más consistentes. Dentro de la
lógica orgánica más wrightiana destaca la obra de Paz Larín por medio de casas
como la Ortiz en la colonia Escalón (1963), la Alfaro en San Benito (1965) y la
Paz Oriani en los Planes de Renderos (1976). En estas puede leerse el manejo de
la horizontalidad por medio de franjas de basamento, ventanería y cubiertas; el
uso de materiales «al natural» como bloques de concreto, madera, piedra y concreto;
la continuidad espacial gracias a la supresión de paredes internas y la diferenciación
de ambientes a través de sus acabados y alturas. Esta línea de acción de la
arquitectura salvadoreña de los años sesenta y setenta se origina en un contacto
bastante próximo con la figura de F. L. Wright, quien llegó a diseñar dos anteproyectos
para la ferretería Freund en el Centro de San Salvador. Además, un arquitecto
como T. Elminger, que estudió con Wright en Taliesin West en Arizona, diseñó,
entre otros, el edificio Caribe (1957). Posteriormente, fue socio de L. López
Duke quien desarrollaría diversas obras wrightianas muy consistentes como la
casa Duke (1972) y el edificio Américas (1966).
hola buenas noches, me podrias ayudar con algunas fotografías que no las encuentro, bueno nose cual edificio seria en si, el Central, la Cafetalera, el Regalado, Panadés Centro o la Mariposa, gracias.
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