viernes, 18 de noviembre de 2016

Artes visuales de Honduras


Las bellas artes de Honduras tiene muchos pintores que resaltan la belleza de Honduras
y la mayoría son pintores sin ninguna preparación académica, por lo cual es mas admirable su talento y entre a esos exponentes tenemos a:

Jose Antonio Vazquez.(1906-1983) es el pintor más importante que ha tenido Honduras. Este prestigioso artista hondureño fue además de pintor:escultor, fotógrafo, comerciante, y político.





Pablo Zelaya Sierra. nació el 30 de octubre de 1896 en el municipio de Ojojona, departamento de Francisco Morazán, hijo del matrimonio entre Felipe Zelaya e Isabel Sierra.Desde niño se le descubrieron sus inquietudes artísticas es por ello que realizó sus estudió en la Escuela de Bellas Artes de la república de Costa Rica, entre los años de 1918 a 1919, al mismo tiempo que ofrecía la clase de Dibujo en la Escuela Normal de aquel país.



Confucio Montes de Oca.Nace en 1896, hijo de Miguel Montes de Oca y de Josefa Acosta. De familia numerosa, se incorpora desde muy pequeño en una compañía trashumante de titiriteros que recorría el país haciendo teatro en los pequeños pueblos enclavavados en las zonas más ásperas de las montañas del país. Confucio marchó a Europa mediante una beca concedida por la Dirección General de Aduanas de La Ceiba en 1919, subvención que le fue cancelada al año siguiente cuando el joven pintor estaba recién instalado en París. Para colmo de males estaba viviendo en un pais y en una ciudad de posguerra, sin poseer el idioma, y es muy probable que nunca accediera a estudios formales académicos.



Max Euceda.Nació en Tegucigalpa, el año de 1891 y murió allí mismo en 1987. Tuvo, pues, una prolongada existencia, toda ella dedicada a las actividades del arte. Hasta la edad de 30 años pintó y dibujó espontáneamente, orientado sólo por su excelente aptitud personal. Sin embargo, en 1921 la Embajada de España en Honduras organizó un concurso para conceder una beca al hondureño que demostrara reunir condiciones para realizar estudios de pintura en la capital de aquel país.




 Años 70’s


Surge un género en la pintura el “Realismo Social”, nace de interrogarse sobre la realidad del país; honduras es un país bananero, tiene población africana y descubren una realidad de personas maginadas y ricas (protesta y denuncia).

 Taller la Merced

(1974-1976) Fundadores:

Virgilio Guardiola (1947)  Mostrando dominio del dibujo y del color. Realiza un arte de compromiso social, inseparable de lo ideologico-politico. Sufrimientos del puebo, humillaciones, opresión, injusticias, forman el núcleo de su obra.

  
Luis H. Padilla(1947) En sus inicios pinta paisajes pero es en las figuras humanas en las que encuentra su mejor modo de expresión. Su arte tiene un sustrato critico que emana de una definida conciencia política y social.

 César Rendo(1941) Ha recorrido distintas etapas, con un estilo figurativo de mucha riqueza de color en el que predominan las figuras humanas tratadas con expresividad emocional. También ha realizado una buena cantidad de paisajes.


 Aníbal Cruz (1944-1996) Es un pintor que utilizo diversas técnicas; ha trabajado en la abstracción, la neofiguración y el expresionismo.


 Ezequiel Padilla Ayestas (1944-2015) Es un pintor figurativo, innovador, con una obra de fuerte compromiso social en la que la deformación de las figuras se corresponde con lo injusto y terrible que se quiere mostrar.


Dino Fanconi (1950)  En su obra hay un acercamiento al cubismo y una potente expresión. El tema central es el ser humano, sus propios conflictos, y su relación con el entorno social.


 Taller Lazzaroni


Gustavo Armijo




Escultores Hondureños

Jesús Zelaya






Arquitectura Conteporanea

Analizar la producción de arquitectura de El Salvador en los últimos veinte años representa un reto, no tanto por la dificultad de delimitación temporal, que inicia con la firma de los Acuerdos de Paz (1992) y se prolonga hasta el día de hoy, sino porque el objeto de estudio es demasiado cercano al observador. Este período que Samayoa (2002) llama de «reforma pactada» ha evidenciado la aparición de nuevos actores y generaciones de profesionales involucrados en la producción de arquitectura, así como la desaparición de otros, en un marco de mayor apertura del país hacia el mercado y la cultura globales.

Internacionalismo



La presencia de profesionales y firmas de arquitectura internacionales con una importante producción local ha marcado la arquitectura de El Salvador en los últimos veinte años. Como se ha visto a lo largo de esta reseña, esta es una característica permanente de la realidad arquitectónica salvadoreña desde la época colonial que, probablemente, se ha exacerbado desde 1992. Entre otros, merece particular atención el caso de R. Legorreta con obras muy significativas como el centro comercial Multiplaza (2005), los apartamentos El Pedregal (2010), la Escuela Superior de Economía y Negocios (ESEN) (2009), el edificio administrativo de TACA (2008) y algunas residencias privadas, construidos todos de la mano de grandes grupos empresariales. En estas obras aparece con nitidez una variante importante de la arquitectura moderna mexicana por medio del manejo de un lenguaje de geometría sencilla y masas dominantes relativamente introvertidas.

Obras destacadas


En relación con los profesionales locales, en una línea que devela el gusto explícito por la espacialidad de Barragán y que intenta hacer una síntesis de la volumetría precolombina y los patios coloniales, destacan dos obras en particular: el Museo de Antropología (MUNA) a cargo de Dada y Altschul (1999) y el Museo de Arte (MARTE) de S. Choussy h. (2003). Ambos edificios se configuran a partir de la articulación de lleno y vacío, el primero alrededor de tres patios que organizan las grandes funciones del edificio; el segundo, a partir del respeto por el Monumento a la Revolución y su plaza y las múltiples referencias al mismo evidenciadas en el graderío de acceso, la columnata de entrada y la proyección del vestíbulo intermedio. Así mismo sobresale el manejo de grandes volúmenes sencillos, depurados e introvertidos, y ensayos en la introducción de la luz. En el caso de S. Choussy h. este ejercicio es la culminación de otros esfuerzos que comprenden el pretérito museo Árbol de Dios (1992) y el museo del Sitio de San Andrés (1998).


Desde otra línea, más relacionada con los anteriores esfuerzos orgánicos y vernáculos destacan dos obras de índole educativa a cargo de L. Avilés y asociados. Primero, el kínder nacional de Popotlán en Apopa (1994), el cual responde a un contexto de precariedad urbana con un partido sencillo que organiza las aulas a partir de cuatro brazos discontinuos entrelazados por un espacio multiuso de carácter vestibular, techado por una bóveda metálica. Un esquema similar pero de mayor envergadura se propone en el edificio ICAS, de maestrías, de la UCA (2000). Aquí hay que destacar la creación de amplios espacios vestibulares de múltiple altura que adquieren el carácter de salones multiuso y el manejo de una paleta restringida de materiales: ladrillo de barro en diferentes disposiciones y estructuras metálicas vistas. Esto al final se ha constituido en un nuevo modelo tipológico de organización de espacios escolares. Estas obras se vinculan con otras realizaciones del mismo equipo tales como el Centro de Capacitación de FUSAI, ahora Ciudad Mujer (1996) y el Hospital General del Seguro Social (1998). Desde una aproximación más abierta, hay que destacar la iglesia de Cristo Nazareth, en Huizúcar, por E. Avilés (2004), en la cual se hacen nuevos ensayos en el manejo de materiales, en el uso de una escala más íntima del espacio y en el despliegue del edificio hacia el exterior.

Arquitectura Moderna en El Salvador

Existe un consenso bastante bien establecido entre los historiadores de que la modernidad política se establece en el país a partir de 1948, más puntualmente con el advenimiento de la nueva Constitución de 1950. Esta carta magna, entre otras rupturas, consagra el rol del Estado como promotor del desarrollo, la propiedad privada en función social y la igualdad de derechos entre hombres y mujeres (Turcios, 1990; Baloyra, 1986). Dicho período concluiría violentamente con la Guerra Civil (1980-1992), que abre una nueva fase histórica que se prolonga hasta nuestros días. Adelante se discute la producción arquitectónica en El Salvador durante ese período de poco más de treinta años.



La llegada de las primeras expresiones de la modernidad arquitectónica a El Salvador se había producido desde los años cuarenta. Es posible distinguir una primera arquitectura «proto moderna» en los nuevos edificios de oficinas que surgieron en el centro de San Salvador y de los cuales aún subsisten algunos ejemplares como el original Banco Salvadoreño de De Sola (1948), el Central, la Cafetalera, el Regalado, Panadés Centro o la Mariposa. Estos edificios, a pesar de su volumetría masiva y del predominio del lleno sobre el vacío, pero gracias al manejo de marquesinas y voladizos, y a un consistente tratamiento de la esquina, introducen en el país veinte o treinta años después referencias formales a la original Escuela de Chicago, al Art Deco y al expresionismo alemán. Más decididamente moderno es el proyecto del edificio García Rossi en Santa Ana por E. García Rossi (1954) donde aparece un manejo más depurado del sistema de marcos estructurales, fachadas libres, elementos de climatización como celosías y pasillos exteriores y una cáscara de concreto para cubrir un cine.
Vivienda social y espacios públicos.


La modernidad arquitectónica en El Salvador puede leerse a través de varios casos representativos que, a riesgo de dejar de lado otras obras notables, permiten leer un conjunto de cualidades valiosas, permanencias, que caracterizan el modo de hacer arquitectura en el país. Esa primera modernidad se ubica en las obras promovidas por el Estado a través del nuevo aparato del MOP-DUA-IVU, gracias a las exploraciones en la vivienda social tanto a nivel de las unidades habitacionales como de los conjuntos urbanos. Esto marca la aparición de una nueva tipología, y lleva a los profesionales a trabajar, por primera vez en la historia


Experimentación


A la par de esas obras abiertas se consolidó otra serie de edificaciones destacadas por la experimentación técnica y constructiva, particularmente por el uso del concreto estructural, que permitió la generación de una nueva espacialidad. Dicho lenguaje, fundamentado en el aprovechamiento de las propiedades plásticas del concreto por medio del uso de voladizos, cascaras e hiperboloides se corresponde con una de las que Zevi (1997) identifica como invariantes características de la arquitectura moderna. Destacan las sencillas y potentes sombrillas de las taquillas del Gimnasio Nacional de San Salvador, las bóvedas colgadas del estadio

Quiteño en Santa Ana (1954) y el domo del aula magna de la Escuela Nacional de Agricultura (1956), todas por los Katstaller; los paraboloides hiperbólicos de la colonia Libertad y las cáscaras del comedor central de la Universidad de El Salvador de Yanez Díaz (1964).

 


Arquitectura residencial


Finalmente, en este período conviene repasar algunas obras privadas de arquitectura residencial, ya no de interés social, pero que exploran formas novedosas de construir la casa unifamiliar, siguiendo algunas pautas del lenguaje de la arquitectura moderna mundial. En esta tipología puede haber multitud de obras, sin embargo conviene concentrar la atención en las prácticas más consistentes. Dentro de la lógica orgánica más wrightiana destaca la obra de Paz Larín por medio de casas como la Ortiz en la colonia Escalón (1963), la Alfaro en San Benito (1965) y la Paz Oriani en los Planes de Renderos (1976). En estas puede leerse el manejo de la horizontalidad por medio de franjas de basamento, ventanería y cubiertas; el uso de materiales «al natural» como bloques de concreto, madera, piedra y concreto; la continuidad espacial gracias a la supresión de paredes internas y la diferenciación de ambientes a través de sus acabados y alturas. Esta línea de acción de la arquitectura salvadoreña de los años sesenta y setenta se origina en un contacto bastante próximo con la figura de F. L. Wright, quien llegó a diseñar dos anteproyectos para la ferretería Freund en el Centro de San Salvador. Además, un arquitecto como T. Elminger, que estudió con Wright en Taliesin West en Arizona, diseñó, entre otros, el edificio Caribe (1957). Posteriormente, fue socio de L. López Duke quien desarrollaría diversas obras wrightianas muy consistentes como la casa Duke (1972) y el edificio Américas (1966). 

Arquitectura Republicana de El Salvador

El advenimiento de un El Salvador independiente podría oficialmente marcar el inicio de una nueva etapa en el desarrollo de su arquitectura. Sin embargo, aunque es fácil identificar la independencia política formal en el marco de Centroamérica es menos evidente puntualizar el surgimiento de una arquitectura propia del nuevo Estado, fuera de los lineamientos de la matriz arquitectónica colonial.

Fotografía Personal

Capilla de la Medalla Milagrosa
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Teatros


Dentro de los edificios civiles destacan los nuevos teatros nacionales de Santa Ana, San Salvador y San Miguel, como los ejemplos más elaborados de una arquitectura ecléctica de fuerte arraigo en el neoclasicismo. El Teatro Nacional de Santa Ana (1904) probablemente sea el caso más relevante. Diseñado y construido por los italianos hermanos Durini (Herodier, 1997) se vincula claramente a otros teatros en Costa Rica y Ecuador que los mismos diseñarían durante su dilatado ejercicio profesional en América. Destaca en este edificio su clara composición en planta con tres grandes componentes de dimensiones comparables: un cuadrado posterior para el escenario y camerinos, la platea circular al centro y los espacios vestibulares y sociales dentro de otro cuadrado sobre la fachada principal. Todo ello dentro de un rectángulo de fuerte presencia urbana. Los elementos más notables de su arquitectura son: el salón de baile del segundo nivel, con una doble altura que le otorga proporciones cúbicas y que se abre a la plaza principal de Santa Ana; el juego de doble escalera de caracol, construida en madera, para subir hacia los palcos del segundo y tercer nivel y que demuestra una gran calidad artesanal y, por último, la platea circular que se eleva tres alturas y está cubierta por una cúpula rebajada con su respectiva linterna.
Teatro Nacional de Santa Ana

Palacios municipales


Una segunda tipología destacada es la de los palacios municipales, y nacional, que se fueron construyendo en las diversas ciudades frente a la plaza principal de acuerdo con la norma colonial, haciendo despliegue de lenguajes neoclásicos más o menos depurados. Subsisten algunos ejemplos tales como las alcaldías municipales de Santa Ana, Usulután y Chalatenango, el Palacio Nacional, el «Castillo» de la Policía y la Escuela Normal de San Jacinto, luego Casa Presidencial. En el caso de Chalatenango, se trata de una versión modesta de los otros ayuntamientos: una casa de patio que ocupa prácticamente toda su manzana pero que se enfrenta a la plaza por medio de una arcada que complementa bien los portales del centro de Chalatenango. Por dentro, el edificio se organiza a partir de un patio central cuadrado y un corredor perimetral con una columnata dórica que contribuye a la sobriedad general del edificio.
Palacio Nacional de Usulután

 Viviendas 

En los barrios esencialmente habitacionales del centro de San Salvador, aparecen interesantes variaciones del modelo de vivienda colonial, no tanto por la introducción de una nueva espacialidad como por los ensayos con nuevos materiales y sistemas constructivos.

Arquitectos profesionales


Durante este período se consolidó, al menos en términos de registro histórico, la primera generación de profesionales de la arquitectura y la construcción que, por igual, incluye a salvadoreños y extranjeros, con formación formal universitaria o sin ella. Durante las tres primeras décadas del siglo XX las figuras de los salvadoreños Alcaine, Peralta, González y Call se combinarán con las de extranjeros como los Durini, Baratta del Vecchio y Brutus Targa para producir, entre otros, el Palacio Nacional, los teatros de Santa Ana y San Salvador, la iglesia del Calvario, el hospital Bloom original, la Villa Cipactly, la Escuela Normal, el Castillo, el Telégrafo y la ferretería Bou. A partir de los años treinta se incorporaron los primeros profesionales salvadoreños formados en arquitectura en el extranjero: Ernesto de Sola y Armando Sol, quienes junto a Choussy padre y Durán, entre otros, conforman una segunda generación de profesionales. Estos comparten inicialmente el interés por la arquitectura historicista pero en modalidad más neocolonial, la cual tenía gran auge en toda América Latina, importada desde Estados Unidos. Su repertorio se concentraba en viviendas unifamiliares aisladas, propias del ideal de ciudad jardín, que rompen con el modelo de fachada continua y manzana compacta de la tipología colonial. Este modelo de vivienda, tipo villa, ya se había utilizado en los ensanches de la ciudad tradicional sobre la calle Arce, en la colonia Dueñas, (donde destaca la casa Dueñas, actual Casa de las Academias), y encuentra su plena expresión a partir de 1936 en colonias como Bloom y Flor Blanca. La culminación de este modelo de ciudad jardín de élite se da en la colonia San Benito (1948) de la Urbanizadora Dueñas, organizada alrededor de un hipódromo que nunca funcionó. 

Arquitectura Colonial en El Salvador

La época colonial en El Salvador se extendió desde la llegada de Pedro de Alvarado desde Guatemala en 1524 hasta la independencia formal firmada en 1821, es decir prácticamente tres siglos, durante los cuales se produjeron algunas obras de arquitectura notables que subsisten hasta nuestros días y de las cuales es posible hacer una lectura continúa. Se trata de una arquitectura realizada en una provincia relativamente marginal dentro del imperio español en el Nuevo Mundo, poco vinculada a sus centros de dominio político o a las zonas de mayor producción de riqueza mineral. Sin embargo, como bien dice Browning (1987) «pronto se descubrió que la mayor riqueza de aquella provincia era su tierra y su gente».

El criterio tipológico orienta a estudiar tres tipos arquitectónicos y urbanos de trascendencia para la historia de la arquitectura en el país: el conjunto urbano, dominado por la plaza y los portales; el templo religioso y la vivienda.

Conjunto urbano


Los españoles fundaron a lo largo del primer siglo de su dominio en el territorio cuatro ciudades: la Santísima Trinidad de Sonsonate, San Salvador, San Miguel de la Frontera y San Vicente de Austria y Lorenzana, todas contrapuestas o complementadas por los pueblos de indios de las cuales eran vecinas. La fundación de dichas ciudades se enmarcó en lo dispuesto en las respectivas Leyes de Indias introduciendo el distintivo patrón de ciudad en damero a partir de una plaza mayor o de armas, alrededor de la cual se asentaban las principales autoridades y el comercio. Para ello, siguiendo un modelo desarrollado en la Europa Mediterránea se edificaron modestos portales o corredores techados que integraban los edificios a las plazas por medio de un espacio de transición techado pero abierto.Esto constituye un tipo arquitectónico-urbanístico de gran impacto en la historia urbana y arquitectónica de El Salvador ya que introdujo un nuevo elemento en el tratamiento de la relación entre llenos y vacíos urbanos, dominado por el ritmo de las columnas, creando así un nuevo espacio de convivencia social y de imagen urbana, lo que R. Segre (1999) llama un «salón urbano».

El ejemplo de la plaza Libertad, antigua plaza mayor de San Salvador y los portales de Occidente, Dalia y Sagrera es emblemático, aunque los edificios que los integran sean posteriores a la época colonial. Otros casos significativos y que guardan mejor la imagen tradicional, hayan sido construidos o no durante esos 300 años, son los de los parques o antiguas plazas de Suchitoto, Sensuntepeque, Nahuizalco, Chalatenango, Concepción Quezaltepeque, Tonacatepeque, Santa Tecla o Jiquilisco y en una situación más de calle, el portal Prunera de San Miguel.

Templos


Uno de los fundamentos del nuevo poder colonial estaba en la religión que, por medio de sus templos, dominaría aquellos nuevos conjuntos urbanos convirtiéndose en uno de los tipos más significativos de la producción arquitectónica. Existen múltiples templos coloniales o de matriz colonial en El Salvador de los cuales,para los propósitos de este trabajo, interesa concentrarse en tres: San Pedro Apóstol en Metapán, el Pilar en San Vicente y San Miguel Arcángel en Huizúcar, sin querer ignorar la calidad de otros como la Santa Cruz de Roma en Panchimalco, Santiago Apóstol de Chalchuapa, Asunción de Ahuachapán, el Pilar de Sonsonate o Dolores de Izalco, así como las iglesias de Conchagua, Citalá o Nahuizalco.
San Pedro Apóstol, Metapan 

San Pedro Apóstol en Metapán (1743) es probablemente el templo colonial de escala más monumental del país. Su posición elevada respecto de la plaza principal y el espacioso atrio propio, separado de la plaza, le otorgan una posición escenográfica destacada, tal vez barroca. Asimismo, la fachada principal, dominada por una torre central, le da un acento vertical. También son destacables la evidencia de las potentes masas de sus paredes perforadas por pequeños octógonos y los múltiples nichos para la imaginería.

Por su parte, el Pilar de San Vicente (1769) tiene un escenario bastante más doméstico, dentro de uno de los barrios de la ciudad, aunque enfrentando una plazuela. Destacan en ella varias cualidades de gran originalidad respecto al tradicional lenguaje de los templos coloniales en el país: primero, la austeridad de su fachada principal, de una abstracción casi moderna, formada por una portada rectangular, de dos cuerpos y un coronamiento con forma de medio hexágono. Segundo, destacan en esa fachada las columnas salomónicas en bajorrelieve que introducen un novedoso juego de luces y sombras. Finalmente, es notable la tensión entre ese lenguaje «minimalista» y la fachada norte y el interior del templo, donde se evidencian las tres naves con sus bóvedas y linternas, así como la cúpula principal.
El pilar de San Vicente

Por último, interesa señalar el caso de San Miguel Arcángel en Huizúcar (1740) como un excelente ejemplo de arquitectura religiosa en un contexto rural en el que deben valorarse varias características. Primero, la escala doméstica apropiada para un pueblo de unas 200 familias en las montañas de la cordillera del Bálsamo, en el cual no preside una plaza si no una explanada en la cima de una loma que domina el asentamiento. Luego, su austeridad que la lleva a una depuración tal que permite leer con claridad la estructura esencial de la arquitectura religiosa colonial del país: planta basilical a tres naves que rematan en una cúpula octogonal interna sobre el altar, cubierta a dos aguas y contrafuertes macizos para ayudar a sostener las anchas paredes de adobe. Finalmente, y talvez lo más original en el contexto salvadoreño, es su posición adosada a un convento en «U», organizado alrededor de un patio cuadrado dentro del cual vuelven a sobresalir los portales interno y externo, resueltos con un escala mayor hacia la explanada de la iglesia y con otra menor en el interior y fachadas secundarias.
 San Miguel Arcángel en Huizúcar

Viviendas


El desarrollo de una nueva especialidad interna en la escala doméstica habitacional es el tercer gran aporte de la arquitectura colonial en El Salvador y probablemente en toda América Latina. Al modelo originario de las chozas de tierra pisada de Joya de Cerén, los españoles agregarían una tipología de vivienda nueva, que todavía subsiste, se repite, renueva y multiplica en la arquitectura salvadoreña: la casa de patio, en dos versiones: la casa rural aislada, heredera del cortijo español; y la casa urbana, adosada, que configura las cuadras de aquel trazado regular. Todas eran variaciones probadas en la península de la casa mediterránea cuya matriz griega y romana ya había descrito Vitruvio en el siglo I a. de C. y que los árabes enriquecerían incorporándoles agua y naturaleza. En términos arquitectónicos se trata de la composición mesurada de llenos y vacíos y espacios intermedios, corredores y portales, que permitía hacia el interior organizar y jerarquizar las habitaciones, adaptándolas a las formas a veces irregulares de las parcelas. Hacia el exterior el esquema facilita la creación de fachadas continuas, horizontales, dominadas por las franjas de zócalo, pared y cubierta, perforadas por una serie de vanos verticales, relativamente pequeños que garantizaban una relación controlada, «filtrada» entre interior y exterior.
Quedan muy pocos ejemplos de la vivienda rural colonial original. Incluso la pieza más destacada tanto por su valor histórico como por sus cualidades arquitectónicas, el casco de la hacienda La Bermuda, cerca de Suchitoto, fue destruida al inicio de la Guerra Civil cuando recién se había finalizado su restauración.


Arquitectura Precolombina en El Salvador


El Salvador, como el resto de Mesoamérica, estuvo abundantemente habitado
antes de la llegada de los conquistadores españoles. Hasta donde se ha podido
comprobar, se trataba de un territorio periférico respecto de otros centros dominantes relativamente cercanos como Copán o las ciudades mayas del valle del Motagua o de la península de Yucatán en las actuales Honduras, Guatemala y
México.Esa cercanía de algunos de los centros más brillantes de la civilización
maya no impidió que El Salvador estuviera poblado por tribus más vinculadas
con los habitantes del centro de México, pormedio de los nahuas. Como bien
lo anotaba White (1987), en buena medida de ahí proviene la mayor cercanía
cultural entre El Salvador y México, que entre México y Guatemala, donde el
arraigo maya es mucho más profundo.


En el ahora llamado valle de San Andrés o Zapotitán, se encuentran también
algunas de las estructuras más significativas de la arquitectura precolombina del
país. Primero, el asentamiento de Joya de Cerén, único Patrimonio Cultural de
la Humanidad en territorio salvadoreño. Se trata de una serie de estructuras: viviendas, graneros y baños agrupadas por los arqueólogos en tres subconjuntos. El valor del asentamiento en términos de arquitectura está justamente en su carácter eminentemente habitacional y, por lo tanto, en el manejo de una escala doméstica,



cotidiana, donde se encuentran los modelos originarios de la arquitectura vernácula rural de El Salvador y América Central. Dichos modelos minimizan la necesidad de vida interna dentro de las casas y maximizan el uso del espacio exterior consiguiendo un mejor aprovechamiento del sitio, de los materiales del lugar y del clima. Por otro lado, resulta de interés reconocer en un pequeño asentamiento diversidad de formas, incluyendo la cúpula básica y planta redonda del Temazcal y las técnicas constructivas a partir de tierra pisada.


Menos de 5 km al surponiente de Joya y probablemente vinculados históricamente, se encuentra el sitio de San Andrés. Es un conjunto ceremonial, vecino del mismo río Sucio, donde se debe valorar el núcleo o acrópolis principal que incluye una plataforma elevada rodeada por dos pirámides que aún no han sido completamente develadas. Desde ellas se domina el valle y los elementos fundamentales del paisaje: el río Sucio y los volcanes de San Salvador y Laguna Caldera. Hasta ahora dos templos menores han sido descubiertos cerrando el conjunto en su eje norte sur.


Nuevamente en este caso se ponen de relieve los valores arquitectónicos de escala, articulación entre espacio positivo y negativo, y la relación entre edificios y
plazas con su entorno natural y hasta cósmico. Estas cualidades también pueden ser encontradas, en general, en la arquitectura original de las grandes ciudades de
Mesoamérica, respecto de las cuales, como ya se dijo, estos asentamientos tenían un carácter más bien periférico. Sin embargo, el hecho mismo de poder recuperar algunas de las técnicas y los principios conceptuales de las obras de mayor envergadura en un contexto específico, aprovechando las cualidades del lugar y su ubicación puntual en el paisaje, constituye un aporte esencial para el futuro.

Artes Visuales de Costa Rica

Museo del Oro Museo del Oro


Precolombino o Museo del Oro, es un museo histórico, arqueológico y cultural ubicado en San José, capital de Costa Rica. Se encuentra localizado en un edificio subterráneo bajo la Plaza de la Cultura, en Calle 5, Avenida Central y segunda, en pleno corazón josefino. Dicho edificio es la sede permanente de las colecciones pertenecientes al Banco Central de Costa Rica El Museo del Oro Precolombino posee una extraordinaria colección de objetos elaborados en oro, los cuales reflejan la cosmovisión, la estructura social y la orfebrería de los pueblos precolombinos que ocuparon el actual territorio costarricense. La exhibición muestra el uso y la función de las piezas, la tecnología, así como la relación con la naturaleza y la vida diaria de estos grupos humanos La colección de oro precolombino está formada por 1586 piezas. En Costa Rica, la evidencia arqueológica señala que la aparición de los primeros objetos metálicos se dio hacia el año 300-500 d.C. y alcanzó su máximo apogeo después del 700 d.C. y hasta el contacto con los españoles.

La mayoría de los objetos de metal que se ha recuperado en Costa Rica procede del Pacífico Sur, debido a la existencia de yacimientos de oro y cobre en estado natural en dicha región; no obstante, también se hallan en el Caribe Centra Museo del Jade El Museo del Jade y de la Cultura Precolombina, llamado simplemente Museo del Jade, es un museo histórico, cultural y arqueológico ubicado en San José, Costa Rica, perteneciente al Instituto Nacional de Seguros (INS). Resguarda una colección arqueológica conformada por una amplia gama de artefactos de cerámica, hueso, madera, concha y piedra como estatuaria, metates, manos de moler y otros, sin embargo, su principal atractivo es la enorme cantidad de piezas arqueológicas confeccionadas con piedras semipreciosas conocidas en su conjunto como jade, colección considerada como la más grande del mundo con respecto a esta piedra preciosa.


Museo Nacional se encuentra ubicado en la ciudad de San José. Fue creado el 4 de mayo de 1887 por medio del acuerdo Nº 60, durante la administración del presidente Bernardo Soto Alfaro. La actual localización del museo es el antiguo "Cuartel Bellavista". Este último pasó a manos del museo cuando el ejército se abolió como una institución permanente. El museo ofrece actualmente varios servicios entre ellos, salas de exhibición, talleres, charlas, material informativo y visitas guiadas, entre otros.
Colonial

Durante la época de la Colonia hubo poca actividad artística y teatral en Costa Rica, debido a la pobreza crónica del país y a la oposición de la Iglesia Católica ante este tipo manifestaciones culturales. La ley para la construcción del Teatro Nacional se realizó el 26 de mayo de 1890. Los planos originales del Teatro, de inspiración italiana, se habían modificado durante la construcción para introducir características de orientación francesa.

Época Precolombina


El descubrimiento de Costa Rica Abarca desde el establecimiento de los primeros pobladores hasta la llegada de Cristóbal Colón a América por el cuarto viaje que realizo. Existieron tres tipos de etnias pero no existen edificaciones como referencia en la actualidad. Hay evidencias arqueológicas que permiten ubicar la llegada de los primeros seres humanos a Costa Rica entre el 10000 y el 7000 a. C. Durante el II milenio a. C. ya existían pequeñas comunidades agrícolas sedentarias.


Época Republicana


 Fadrique Gutiérrez (1847-1897) Fue un escultor, pintor, arquitecto y militar costarricense. Personaje de tintes casi legendarios, se le considera el pionero de la escultura contemporánea costarricense. Su obra arquitectónica más conocida es El Fortín, icónico edificio de estilo colonial ubicado en la ciudad de Heredia.

Época moderna


Enrique Echandi (1866-1959) Fue un pintor costarricense, famoso ante todo por sus retratos oficiales de presidentes de su país y por la representación no canónica del heróe nacional Juan Santamaría en su cuadro La quema del Mesón. Echandi se formó en Alemania y, con un buen dibujo, practicó una pintura academicista desarrollada, sobre todo, en el retrato.

Grupo Ocho Su formación fue en 1961, gesta un verdadero cambio en la plástica costarricense al introducirse el arte abstracto en el país, con la fundación del denominado Grupo Ocho, formado por los pintores Rafael Ángel García, Harold Fonseca, Guillermo Jiménez Sáenz, César Valverde Vega, Luis Daell y Manuel de la Cruz González, y por los escultores Néstor Zeledón Guzmán y Hernán González Gutiérrez, a los cuales se unirán después la pintora colombiana Lola Fernández y los pintores Guillermo Combariza y Carlos Poveda

Rafael Ángel García Picado “Felo” (1928) Es un pintor de lo urbano. Los lugares, por lo general, casas y barrios pobres, siempre se encuentran despoblados de figuras humanas. Algunos indicios indican al espectador la escondida existencia de seres humanos: ropa tendida o luces. Con estos temas tan simples y un color superlativo consigue obras de muy alta calidad artística.

Harold Fonseca Discípulo del alemán Alex Bierig y graduado de la Corcoran School of Art y el Art Institute de Chicago, realizó la primera exposición de arte contemporáneo ante la OEA, representando a Costa Rica, en los años 1960, luego de lo cual fue diplomático y formó parte del Grupo Ocho. Junto a Manuel de la Cruz González, pintó los únicos dos ejemplos de concretismo en el arte mural costarricense, en la Plaza González Víquez y el antiguo Banco Anglo. En su arte, pintó paisajes, figuración abstracta y posteriormente, trazos de temática precolombina mezclado con lo africano y europeo en forma de figuras geométricas. También tocó los temas de las leyendas costarricenses y los mitos clásicos.

Guillermo Jiménez Sáenz (1922-1988) Es uno de los iniciadores del arte abstracto en Costa Rica, pues integró, junto a otros siete artistas de su época, el denominado Grupo Ocho, uno de los movimientos artísticos más importantes de la historia del arte moderno de Costa Rica, en la década de 1960. Fue profesor, catedrático y vicedecano de la Escuela de Bellas Artes de Costa Rica, y docente en la Casa del Artista. Su obra se caracterizó por un grado de abstracción muy marcado, al aplicar en sus pinturas una combinación de planos geométricos

Manuel de la Cruz González (1909-1986) Es uno de los pintores más importantes de Costa Rica, discutido en su momento, y exiliado durante años por problemas políticos. Tiene una destacada actuación dentro del arte de tipo nacional del que se aparta para trabajar en el expresionismo abstracto y en la abstracción geométrica en los que realiza obras en las que prueba su dominio del color y la composición.


Luis Chacón Realizará en sus obras una representación muy personal del paisaje costarricense, manejando el concepto de la pintura como deleite visual, del color como pigmento que construye la imagen, practicando la simplificación de la forma inspirado en el arte etrusco y precolombino, dándole a su pintura con carácter optimista de cara al futuro.

Jorge Enrique Jiménez Martínez, es un escultor y arquitecto de origen costarricense, mejor conocido como Jorge Jiménez Deredia. Habiendo comenzado su carrera en su país natal, Deredia se trasladó a Italia en 1976, país en donde ha desarrollado gran parte de su obra recibiendo aclamación internacional y privilegios únicos, siendo tal vez los más importantes el ser el primer escultor latinoamericano en colocar una obra en la Basílica de San Pedro, ubicada en el Vaticano, y ser el primer artista contemporáneo en exponer sus obras en el Foro Romano, entre otros sitios de la capital italiana


Artes Visuales de Guatemala

Guatemala es un país donde tiene una diversidad de riqueza con relacion al arte a continuación conoceremos mas sobre su arquitectura, pintura y los grandes exponentes de este país. 


Precolombina


Lienzo de Quauhquechollan: es lo grafico de la conquista española, la cual narra todo el proceso de la conquista y termina con la llegada a El Salvador; también muestra la llegada de negros a Centroamérica por los españoles.

La orden de la sociedad se ha ido transformando en este orden: Salvajes, Barbaros, Civilizados



Civilización maya 


Arquitectura: Tikal lo más antigua de la civilización.

Teatro: Chilam Balam es la pieza de teatro más antigua conocida de la civilización maya. Es el nombre de varios libros que relatan hechos y circunstancias históricas de la civilización maya. Escritos en lengua maya durante los siglos XVI y XVII.

Danza: Mural Bonampak (Chiapas) es maya. Obras pictóricas más significativas y mejor conservadas pertenecientes a la cultura maya.

Colonia


Antigua Guatemala es parte de la arquitectura y nos presenta el arte colonial, la religión católica en la cual tenían poder los reyes y las autoridades locales. Durante la época de la colonia era conocida como «Santiago de los Caballeros de Guatemala».

Universidad de San Carlos es la primera universidad creada.

Siglo XIX


No existían pinturas locales, sino eran todas extrajeras.

Desiderio Scotii (español) fue impresionista.

Justo de Gandarias (1843-1933 español) escultor catalán. creo "el niño con un pato" una escutura de mesa de bronce

Santiago Gonzáles (1870 – 1909 italiano) estuvo en Venezuela. "templo minerva en guatemala"

Siglo XX


Jaime Sabartés (1881-1968) trabajo como secretario de Picasso e incluyo el civismo en Guatemala e incorpora la moda de Francia.

Carlos Valenti (1888-1912 francés/guatemalteca) considerado como el primer expresionista de la pintura guatemalteca.

Carlos Mérida (1891-1984 guatemalteco) el verano, la puerta estrecha,

Academia de las bellas artes (1920) es una institución educativa dedicada especialmente a las artes plásticas, fundada en 1892. En 1944 la institución se convirtió oficialmente en la Escuela Nacional de Artes Plásticas.  Fundado por Rafael Rodríguez Padilla (1890-1929 guatemalteco).

En Guatemala a diferencia de El Salvador es que en Guatemala la primera academia de bellas artes la creo un guatemalteco Rafael Padilla, y en El Salvador lo hicieron extranjeros.

El Tamal Rafael Padilla 

Generación del 40


Roberto González Goyri (1924-2007) pintor y escultor guatemalteco será figurativo (geométrico).


Juan Antonio Franco (1920_1994) pintor guatemalteco

Rodolfo Abularach (1933) pintor, escultor y grabador guatemalteco sus obras se centran en el ojo humano.

En las artes visuales guatemaltecas se forman grupos entre ellas se encuentra el Grupo Vertebra fundada en 1969 conformado por Elmar Rene Rojas, Roberto Cabrera y Marco Augusto Quiroa. Su principal objetivo era el de reforzar el compromiso social de los artistas y motivarlos a realizar un arte testimonial, así como buscar nuevos públicos, nuevos medios y nuevos mensajes.

Rina lazo (1923 guatemalteca) pintora, inicio su carrera como aprendiz de Diego Rivera.

Ramón Banús Mongrell (1938-2012) pintor guatemalteco, realizaba sátira social 

César izquierdo (1937-2015) pintor y dibujante guatemalteco, fue un pintor abstracto pero en realidad fue figuralista.

Luis Díaz (1939-2014) arquitecto, pintor, muralista, escultor y artista plástico guatemalteco. Emplea técnicas mixtas (materiales y conceptos).  

Isabel Ruiz (1945) artista guatemalteca, estuvo ligada a la “Galería Imaginaria”; retoma los ideales del grupo vertebra (realidad social) sus obras son neofigurativas (expresionismo aleman).

Fotógrafos


Luis González Palma (1957) guatemalteco, su fotografía se enfoca más en el “ser guatemalteco en su entorno”.

Daniel Chauche (1951) artista, maestro, y propietario del estudio “Chez Daniel S.A.”, su fotografía se dirige más a los indígenas.
  

Escultores  


Luis Carlos León escultor guatemalteco.

Diana fernández escultura guatemalteca

 Roberto González Goyri (1924-2007) pintor y escultor guatemalteco será figurativo (geométrico).